27 mayo 2023

EL PRINCIPAL ERROR DE LA LEY ESTATAL DE VIVIENDA


En esta primavera de 2023 el problema de la vivienda ha adquirido un protagonismo inusitado. Tras cuarenta años de Constitución se ha decidido redactar una ley estatal para regular el derecho a la vivienda y ha costado cinco años de negociaciones entre los socios de Gobierno para su elaboración y aprobación.

En el último mes el Gobierno ha anunciado más actuaciones en vivienda que durante los casi cuatro años de legislatura, más el año y medio del anterior gobierno de Sánchez tras la moción de censura a Rajoy.

Todos los expertos coinciden en que para que la política de vivienda sea eficaz será necesario un Pacto de Estado, con el consenso de los muchos agentes públicos y privados implicados. Pero la Ley de Vivienda se ha hecho premeditadamente sin el necesario consenso. Más bien algunos de sus planteamientos más propugnados y publicitados en los medios por sus promotores parecen querer resaltar la confrontación, censurando y agrediendo económicamente “per se” a los propietarios de vivienda, que son más del 80% de los hogares de España y cuya colaboración es imprescindible para dar solución a uno de los aspectos mas acuciantes del problema: la escasez y la carestía de la oferta en el mercado de alquiler.  

Sin necesidad de entrar a analizar la calidad de los diagnósticos sobre los que teóricamente se sustentan las determinaciones de la Ley, se hace evidente el error de desvirtuarla desde su origen por la falta de consenso y por la confrontación de que se ha hecho gala. Como ocurre con demasiada frecuencia, los intereses coyunturales particulares pueden malograr, en este caso con grave quebranto del interés general, la gran oportunidad de encauzar con éxito un nuevo modelo en la política de vivienda.

Ante tal forma de actuar, hay que preguntarse por qué en lugar de buscar el consenso se ha optado por una inútil y nociva confrontación social intentando rentabilizar electoralmente ciertos "postureos ideológicos". La respuesta no puede desligarse de la necesidad que tiene el Gobierno del apoyo de algunos de sus socios y de que la aprobación se produjo en pleno periodo electoral. La Ley entró en vigor el 26 de mayo, dos días antes de las elecciones locales y autonómicas ¿Era ese el principal objetivo?
JULIO VINUESA

14 mayo 2023

El plato de lentejas bíblico en la política de nuestros días

 


La historia de Esaú y Jacob y su plato de lentejas se podría trasladar hoy a la política española.


Acuciado por el hambre al volver un día de trabajo en el campo, Esaú cedió su primogenitura a su hermano Jacob a cambio del plato de lentejas que éste estaba preparando sin considerar las consecuencias de este intercambio.

En la política española actual Esaú podría ser Pedro Sánchez, líder del PSOE y presidente del gobierno. También el señor Sánchez ha vuelto de una dura tarea, recorrer España en campaña personal para recuperar su liderazgo en el partido y orquestar una compleja moción de censura para acceder por primera vez a la jefatura del gobierno, y está dispuesto a conceder lo que haga falta por conseguir el plato de lentejas, que en este caso es su permanencia en el poder. 

La primogenitura que cede nuestro Esaú podría ser el PSOE, partido que le aupó al poder y de larga tradición, pero que ahora difícilmente encaja con los aliados que Sánchez se ha buscado y con las concesiones que se ve obligado a hacerles.
En cuanto al beneficiario del intercambio, Jacob, es más difícil identificarlo en una sola persona o partido ya que son varios los beneficiados: secesionistas indultados y reintegrados en la política, filo etarras de Herri Batasuna que han ganado un protagonismo que habían perdido y populistas de cariz bolivariano integrados en el gobierno que, aunque siguen perdiendo apoyo popular y criticándole, no se atreven a salir del gobierno por no perder los cargos públicos y la notoriedad que les otorga. 

Pero la primogenitura entregada, o sea, el PSOE, puede ser el gran perjudicado de este intercambio de concesiones por votos el día en que salga del gobierno, ya que el partido socialista va a quedar desfigurado tras estas extrañas alianzas de Sánchez. 
Un paso hacia esta desfiguración es la progresiva sustitución del concepto PSOE por “sanchismo” que tiene sumidos en un mar de dudas a sus votantes tradicionales. En un mar de dudas porque, por ejemplo, un gran número de socialistas están avergonzados de votar a un líder que consiente contraproducentes iniciativas legislativas de sus socios populistas y, más grave aún, que se apoya en el voto de los del tiro en la nuca a sus compañeros de partido para mantenerse en el poder.

En estas circunstancias, cabe preguntarse si el PSOE, otrora pilar esencial de nuestro sistema democrático, no seguirá la trayectoria del partido socialista francés o tendrá que afrontar su travesía del desierto hasta encontrar un nuevo líder y recomponer su imagen. 
Pedro Moraleda


10 mayo 2023

¿Acaso las democracias actuales gobiernan por el interés general?

 

Parece claro que el principal objetivo de un gobierno democrático hoy en día no es el bien común sino ganar las siguientes elecciones y a ello se dedica con ahínco desde el día siguiente de su formación. 

Una vez constituido el nuevo ejecutivo comienza la preparación de la siguiente campaña electoral y poco reparo se tiene en utilizar todos los recursos de que el gobierno dispone tales como el presupuesto y las instituciones públicas para permanecer en el poder y mantener los puestos de trabajo de sus fieles. Y, a medida que se acerca la fecha de las elecciones, disminuye el pudor por el uso espurio de estos recursos.

Se nos cuenta que solamente manteniendo el poder se pueden cumplir los programas, pero ¿realmente algún gobierno democrático se preocupa por el largo plazo o por lo que supere el corto lapso entre unas elecciones y las siguientes?

La prueba de que no existe tal preocupación es la atención que se dedica a asuntos que transcienden de una legislatura tales como educación, justicia, política exterior o defensa, por citar algunos, pero la razón por esta despreocupación no es sólo la visión cortoplacista a que inducen las elecciones periódicas, sino el enfermizo rechazo a ponerse de acuerdo con la oposición en cualquier tema, por importante que sea. Y cuando se dedica atención a algún tema trascendente como, por ejemplo, sanidad, vivienda, empleo, medio ambiente o igualdad de género, no es para llegar a acuerdos perdurables, sino para usarlo como arma contra el otro.

En la preparación de las siguientes elecciones son las encuestas las que dictan el “modus operandi”. Si se trata de seducir al votante, tan poco importa tomar hoy decisiones que afecten negativamente al futuro colectivo como incumplir unas promesas electorales que son tan pronto olvidadas como poco exigidas.

Este cortoplacismo de nuestro sistema democrático da lugar a vaivenes en la política exterior de algunos países (EE.UU, Reino Unido, España…) que crean desconfianza en la comunidad internacional. En deuda pública, se traslada sin rubor a las generaciones futuras la carga del dispendio presupuestario. En educación se rebajan exigencias con tal de que no se quejen los educandos. No es de extrañar, por tanto, que el modelo democrático “occidental” no sea ya ejemplo a seguir en algunas partes del mundo que empiezan a considerar ciertos modelos autocráticos más eficaces para sus sociedades. Incluso en nuestra propia sociedad, “la desilusión democrática” se hace patente en los crecientes niveles de abstención en las elecciones. 

La duda que nos concierne ahora es si, al igual que el modelo comunista fracasó por su patente ineficacia, no podría ocurrir lo mismo con el actual sistema democrático.