28 agosto 2021

¿SERÍA EFICAZ BAJAR LOS PRECIOS DE LOS ALQUILERES POR DECRETO?

 

En algunas zonas urbanas de las regiones más dinámicas el mayor problema con la vivienda se manifiesta claramente en el desequilibrio entre sus precios y la capacidad de renta de los hogares que la necesitan. La escasez absoluta de viviendas ya no suele ser un problema, pero sí lo puede ser la no adecuación en razón de su localización, por deficiencias de habitabilidad o por otras características físicas y, siempre, porque el precio de las viviendas las haga inasequibles para amplias capas de la sociedad.
En los últimos tiempos la preocupación se centra sólo en los precios del alquiler. Su elevación es, en parte, consecuencia del crecimiento que ha experimentado la demanda, que en buena parte se debe al hecho de que la compra de una vivienda, que no hace muchos años era un hecho asociado a la emancipación, se ha convertido en algo inalcanzable para la inmensa mayoría de los hogares de jóvenes.
Cuando se propone como solución regular por ley los precios del alquiler en unas denominadas “zonas tensionadas” habría que comenzar por preguntar: ¿con qué criterios técnicos se definirían y se delimitarían esas zonas?
Según parece, lo que se pretende es atender la necesidad de los residentes de esas zonas que no pueden acceder a una oferta inasequible para ellos, regulando los precios a la baja, pero en este caso también hay que preguntarse si esos teóricos “nuevos alquileres más baratos” podrán atraer a demandantes de otras zonas más caras y que, con el precio topado, los arrendadores optarán por la mayor seguridad de los demandantes con unas rentas más elevadas. ¿Se ha pensado en los diferentes efectos segregadores que tendría poner otras “fronteras” al mercado de vivienda?
Al margen de otras muchas consideraciones que se puedan hacer en torno a las respuestas del mercado, habrá que explicar también cómo se justifica técnica y jurídicamente la determinación indiscriminada de los precios máximos autorizados por m2 para el parque residencial de la “zona”, cuando normalmente serán muy heterogéneo, por sus calidades y características y por sus diferentes precios en el mercado libre de compra venta.
Como ejemplo de las dificultades técnicas:  El MITMA creó en 2020 un Sistema Estatal de Índices de Referencia del Precio del Alquiler de Vivienda, con datos de 2018, que podría ser un buen comienzo para llegar a conocer, con el rigor y el detalle necesarios, la evolución de los precios, pero, hasta hoy, además de sus limitaciones y del desfase temporal con que nacieron, no han vuelto a ser actualizados.
Quienes proponen este tipo de medidas también deberían explicar cómo solventar el agravio comparativo que supone que la norma fije distintos derechos de los arrendadores a uno y otro lado de los límites administrativamente establecidos: ¿habría distintas regulaciones para los alquileres en una y otra acera de la misma calle? 
Por último, continuando con aspectos de carácter operativo, debería explicarse ¿cómo van a controlar las administraciones locales el acuerdo privado del precio del alquiler entre dos particulares? Mientras no mejore la información y la capacidad de inspección de las administraciones para controlar las rentas percibidas por los propietarios de viviendas en alquiler: aún existe un fraude del 40%. ¿Cómo se van a evitar las numerosas prácticas que surgirían para burlar la norma? Todo parece indicar que la intervención de los precios, allí done se intente, no sería más que otro “parche”, ineficaz, si no contraproducente, para aliviar el problema de la vivienda. Es evidente que el problema es complejo y exige soluciones complejas que vayan a las causas que lo producen. JV.


17 agosto 2021

EL PRECIO DE LA LUZ: ¿ES UNA EMPRESA PÚBLICA LA SOLUCIÓN?

El actual y encendido debate sobre el precio de la electricidad se centra en el coste de generación, y por ende en las empresas eléctricas, sin reparar en que este no representa ni la mitad del importe de la factura para la mayoría de los usuarios. El resto son todo tipo de impuestos, coste de redes, subvenciones a renovables, amortización de deuda, ayudas al equilibrio territorial, etc. Aunque parte de estos extra costes son consecuencia del ansia recaudadora del Estado, otros son necesarios para la transición hacia una forma distinta de producir la electricidad y eliminar estos últimos no es lo más recomendable para avanzar hacia esta transición. 

La transición energética va a ser necesariamente compleja y cara pues, mientras no haya sistemas eficientes para el almacenamiento de la electricidad, tendremos que seguir utilizando las llamadas fuentes de energía gestionables, básicamente el carbón el gas y la nuclear, cuyo uso está siendo crecientemente penalizado con diversos tipos de gravámenes y no hay motivos para pensar que una empresa eléctrica pública pueda prescindir de estas fuentes ni estar exenta de estos gravámenes.

Tampoco hay ejemplos de que una empresa pública genere electricidad a menor coste que una privada ni que vaya a ser más eficaz que un mercado plenamente competitivo para limitar los beneficios, supuestamente extraordinarios, de las privadas.
 
Los llamados “beneficios caídos del cielo” es otra crítica que se hace a las eléctricas y consiste en que las tecnologías de generación de menores costes operativos como, por ejemplo, la hidráulica y la nuclear cobran el precio más alto que se fija en la subasta diaria de electricidad, pero esto es consecuencia del sistema marginalista utilizado en la mayoría de los mercados libres y no del carácter público o privado de los competidores. Este sistema marginalista de subastas se está poniendo en cuestión ahora, pero todavía no se ha propuesto mejor alternativa.

Así como el alto precio actual de la electricidad no depende de la propiedad pública o privada de la empresa eléctrica, tampoco es un problema exclusivo de España sino global porque globales son los precios de las materias primas para la generación eléctrica y fruto de acuerdos internacionales el impuesto sobre emisiones. Si hay países que están siendo capaces de contener los precios es porque en el conjunto de las materias primas utilizadas en generación priman las gestionables de bajo coste; por ejemplo, el 95 % de la generación eléctrica en Noruega es de origen hidráulico y el 75 % de la generación en Francia es nuclear. Y si en un mercado interior único de electricidad europeo no podemos aprovechar esa ventaja no es por otra razón que por limitación de capacidad en las conexiones internacionales. 
 
En conclusión, más que una eléctrica pública lo que necesitamos es liderazgo para la transición. Que no se utilice el precio de la electricidad como argumento de crítica entre gobierno y oposición y que ambos se pongan de acuerdo para plantear a la ciudadanía el reto y sacrificios que implica la transición hasta que fuentes de energía limpias, sostenibles y autóctonas se basten para atender nuestras necesidades energéticas. PM.


12 agosto 2021

¿POR QUÉ EN ESPAÑA NO SE VENDEN COCHES ELÉCTRICOS?

 

Una respuesta simple a esta pregunta, y empezando por la conclusión, es que hay que ser rico para comprar un coche eléctrico en España; o, dicho de otro modo, hay que tener una vivienda con garaje propio; pero incluso esto no es condición suficiente dado el escaso número de puntos públicos de recarga de que disponemos.
En cuanto a las ventas de coches puramente eléctricos, el porcentaje de los matriculados en nuestro país de enero a mayo de 2021 no llegó al 2 % , es decir, algo menos de 7.000 vehículos en cinco meses cuando el objetivo del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) es de cinco millones en 2030. O sea que, para alcanzar ese objetivo, la mayor parte de los vehículos que se vendan desde ahora hasta 2030 habrían de ser eléctricos.
Según la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (ANFAC), estamos a la cola de la movilidad eléctrica en Europa. Incluyendo los híbridos enchufables, el porcentaje de automóviles matriculados en España no llegó al 5 % en 2020, entre los últimos de los países desarrollados y lejos del 10 % de media en nuestros países vecinos o del 20 % de media en los países del norte de Europa.
En cuanto a puntos de recarga públicos, también estamos a la cola de Europa solo por delante de Grecia, con 245 puntos por millón de habitantes y lejos de la media de la Unión Europea de 573 puntos de recarga por millón de habitantes a finales de 2020. Y el problema es que la complejidad administrativa en España hace muy difícil poner en funcionamiento un punto de recarga público en menos de dos años. 
En definitiva, que el coche eléctrico está reservado de momento para ricos, puede que por eso el más vendido hasta ahora en España sea el más alto de gama, y que quizás hubiera que reorientar la política de incentivos para transformar nuestro sector de automoción.  PM