11 marzo 2022

¿MIEDO A LA INFORMACIÓN? LOS PROBLEMAS DE LA VIVIENDA NO SE RESOLVERÁN SIN CONOCIMIENTO

Los millones de datos existentes en los muchos registros administrativos permitirían crear la información y conocimiento necesarios para mejorar rápida y ostensiblemente la gestión pública, haciéndola más eficiente. Con los registros existente y la capacidad de las nuevas tecnologías, ninguna administración debería tener impedimentos técnicos ni económicos para hacerlo, pero, salvo en puntuales y honrosas excepciones, no lo hacen. 

Un caso palmario es la carencia de información sobre el parque residencial y las necesidades de vivienda. Por ejemplo, tras muchos años en los que las estadísticas de precios eran únicamente producidas y difundidas por entidades privadas, no exentas de intereses en el mercado, en junio de 2020 el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (MITMA) hizo público un índice de Referencia de Precios de Alquiler de Vivienda, una herramienta que pretende ofrecer información anual fiable y contrastada, que sirva de referencia para conocer la situación y la evolución del mercado del alquiler residencial. Se trata también de crear un instrumento útil para delimitar ámbitos concretos de intervención con objeto de facilitar el acceso a la vivienda a precios asequibles. Pero los datos se publican con un desfase de dos años y la primera actualización se ha producido, con retraso, en marzo de 2022. Sin entrar en otras debilidades técnicas, el desfase de 24 meses deja prácticamente sin utilidad esa pretendida “referencia” para un mercado tan dinámico y coyuntural como suele ser el del alquiler de viviendas.

Es solo un ejemplo, pero pone de manifiesto que, disponiendo de los medios, las administraciones no los emplean para facilitar información y generar el conocimiento necesario sobre las causas que más directamente inciden en el agravamiento de un problema estructural tan relevante como el de la vivienda. 

Habría que preguntarse por los motivos del desinterés por elaborar información que, adecuadamente analizada, permita generar conocimiento y hacer diagnósticos acertados del problema, pasos previos necesarios para que las soluciones a aplicar sean eficaces. Al no deberse a la carencia de medios, podría achacarse a la ausencia de voluntad política, inducida por la propia ignorancia, pero quizás será más acertado considerar que se trata de una estrategia premeditada para ocultar la realidad. 

La información y el conocimiento puestos a disposición de los ciudadanos limitarían las arbitrariedades en la actuación de los poderes públicos. Pero, como ocurre en el caso del problema de la vivienda, la ausencia de transparencia permite que las causas queden ocultas por el ruido mediático provocado sobre uno de sus síntomas: el encarecimiento del alquiler. La discusión sobre las medidas coyunturales a adoptar para una hipotética regulación de los precios, deja fuera de foco las verdaderas causas del problema: el suelo, el modelo de desarrollo urbano, la inexistencia de un parque público de viviendas en alquiler con precios asequibles... 

Es “incómodo” para los gobernantes, desde alcaldes a ministros, sacar a la luz, en toda su extensión y profundidad, la auténtica naturaleza y el alcance de los problemas. Obtener y difundir conocimiento sobre la habitabilidad y el uso del parque residencial obligaría en muchos casos a tomar medidas muy costosas, arduas e, incluso, poco populares, pero que son imprescindibles para combatir con eficacia las dificultades de amplias capas de la sociedad, especialmente los jóvenes, para disponer de una vivienda digna y adecuada. 

¿Sería suficiente mejorar el conocimiento de las causas del problema de la vivienda para que cese la inútil política de “parches” que se viene aplicando durante decenios? Seguramente, no, pero, sin duda, es un paso imprescindible.

J.Vinuesa

10 marzo 2022

¿PODREMOS SOBREVIVIR SIN EL GAS Y EL PETRÓLEO RUSOS?

La respuesta inmediata es que sí, pero que no sólo aumentaría, sino que se multiplicaría el precio que tendríamos que pagar por nuestras materias primas energéticas.

España afronta la actual crisis con Rusia como uno de los países europeos con menor dependencia de las materias primas energéticas procedentes de ese país; concretamente, el gas ruso supuso el 9 % de todas nuestras compras de gas en 2021 y su petróleo el 4 % de nuestras importaciones. Estas cifras son bajas si tenemos en cuenta que Rusia es el proveedor global del 19 % del gas y del 12 % del petróleo

Tan importante como nuestra baja dependencia de Rusia en estos momentos es que importamos gas de 12 países y petróleo de 19 países. El del petróleo es un mercado muy líquido que facilita la sustitución de proveedores, pero el mercado del gas es algo más complejo: buena parte de la contratación se hace a largo plazo y necesita específicas infraestructuras de recepción como gasoductos o plantas de recepción de gas licuado (GNL), pero España cuenta con dos gasoductos desde Argelia, 7 plantas de recepción de GNL, que son casi tantas como el resto de Europa, y la más larga tradición en la contratación de GNL.

A pesar de esta optimista perspectiva, lo grave es que no podremos evitar tener que pagar mucho más por el gas y el petróleo a la vista de la reducción global de su oferta; así, el crudo de petróleo de referencia, el Brent, ya ha pasado de una media de unos 60 $ el barril en tiempos anteriores a la crisis a 130 $ actualmente, mientas que el gas en el mercado español ha saltado de 17 €/MWh el 8 de marzo de 2021 a 214 €/MWh justo un año después.

¿Qué se podría hacer, pues, en esta tesitura de precios disparados de la energía primaria?

Con efecto a corto plazo, probar con estas medidas que están a nuestro alcance:

En orden de prioridad, podríamos apostar por lo siguiente a corto plazo y a nuestro alcance: 

-Ahorrar, mejorar nuestra eficiencia energética para reducir nuestras compras;

-Impulsar las energías renovables y sistemas/medios para almacenamiento de energía;

-Prolongar la vida de las centrales nucleares como apoyo temporal a las renovables;

-Revisar la estructura de la tarifa eléctrica y, ahora, los derechos de emisión de CO2.

Otras medidas eficaces con efecto a medio y largo plazo, pero que no están sólo a nuestro alcance y que supondrían aparcar momentáneamente la transición energética:

-Apostar por el hidrógeno verde como fuente de energía y medio de almacenamiento;

-Reforzar las conexiones gasistas y eléctricas en toda Europa y con limítrofes; 

-Investigar nuevas tecnologías nucleares: pequeños reactores modulares, fusión...;

-Incorporar al mercado fuentes energéticas ahora marginadas: Irán, Venezuela…;

-Desarrollar nuevos yacimientos gasistas: Mediterráneo oriental, Este de África…

Pedro Moraleda