La respuesta inmediata es que sí, pero que no sólo aumentaría, sino que se multiplicaría el precio que tendríamos que pagar por nuestras materias primas energéticas.
España afronta la actual crisis con Rusia como uno de los países europeos con menor dependencia de las materias primas energéticas procedentes de ese país; concretamente, el gas ruso supuso el 9 % de todas nuestras compras de gas en 2021 y su petróleo el 4 % de nuestras importaciones. Estas cifras son bajas si tenemos en cuenta que Rusia es el proveedor global del 19 % del gas y del 12 % del petróleo.
Tan importante como nuestra baja dependencia de Rusia en estos momentos es que importamos gas de 12 países y petróleo de 19 países. El del petróleo es un mercado muy líquido que facilita la sustitución de proveedores, pero el mercado del gas es algo más complejo: buena parte de la contratación se hace a largo plazo y necesita específicas infraestructuras de recepción como gasoductos o plantas de recepción de gas licuado (GNL), pero España cuenta con dos gasoductos desde Argelia, 7 plantas de recepción de GNL, que son casi tantas como el resto de Europa, y la más larga tradición en la contratación de GNL.
A pesar de esta optimista perspectiva, lo grave es que no podremos evitar tener que pagar mucho más por el gas y el petróleo a la vista de la reducción global de su oferta; así, el crudo de petróleo de referencia, el Brent, ya ha pasado de una media de unos 60 $ el barril en tiempos anteriores a la crisis a 130 $ actualmente, mientas que el gas en el mercado español ha saltado de 17 €/MWh el 8 de marzo de 2021 a 214 €/MWh justo un año después.
¿Qué se podría hacer, pues, en esta tesitura de precios disparados de la energía primaria?
Con efecto a corto plazo, probar con estas medidas que están a nuestro alcance:
En orden de prioridad, podríamos apostar por lo siguiente a corto plazo y a nuestro alcance:
-Ahorrar, mejorar nuestra eficiencia energética para reducir nuestras compras;
-Impulsar las energías renovables y sistemas/medios para almacenamiento de energía;
-Prolongar la vida de las centrales nucleares como apoyo temporal a las renovables;
-Revisar la estructura de la tarifa eléctrica y, ahora, los derechos de emisión de CO2.
Otras medidas eficaces con efecto a medio y largo plazo, pero que no están sólo a nuestro alcance y que supondrían aparcar momentáneamente la transición energética:
-Apostar por el hidrógeno verde como fuente de energía y medio de almacenamiento;
-Reforzar las conexiones gasistas y eléctricas en toda Europa y con limítrofes;
-Investigar nuevas tecnologías nucleares: pequeños reactores modulares, fusión...;
-Incorporar al mercado fuentes energéticas ahora marginadas: Irán, Venezuela…;
-Desarrollar nuevos yacimientos gasistas: Mediterráneo oriental, Este de África…
Pedro Moraleda
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