Coinciden en el tiempo la publicación de un estudio del Centro por el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge y un artículo de The Economist sobre la democracia en EE.UU.
El primero viene a decir que los españoles estamos evolucionando más que otros europeos hacia la defensa de liderazgos fuertes y las dudas sobre la democracia; el segundo, que el 80% de los norteamericanos interesados por la política piensan que su sistema democrático necesita cambios importantes, si no una reforma completa.
Ambos dan pie a la sospecha de que el sistema democrático occidental puede estar deteriorándose y no responder a los valores que pregona e incluso perder su eficacia como vector de progreso social y económico. Algunas razones de esto:
- Claramente, no se gobierna con el objetivo del bien común, sino con el de conservar el poder aceptando, si hace falta compromisos difícilmente asumibles con la excusa de que para llevar a cabo una acción política el requisito previo es detentar el poder.
- En muchos países, no estamos gobernados por la mayoría, sino por muchas minorías, como algún personaje público se ha atrevido a decir.
- Se van olvidando los consensos: asistimos a una radicalización política, radicalización que se traslada a la sociedad, y no sólo en el ámbito de la política; parece que quien alcanza el poder renuncia a gobernar para todos, no busca la conciliación y rechaza de plano cualquier argumento de la oposición por mucho que este pudiera ser razonable o útil al bien común.
- Esta radicalidad se agrava cuando son los militantes de cada partido, los de mayor carga ideológica, quienes eligen a los candidatos; sólo así se puede entender la dudosa calidad de los líderes elegidos últimamente, incluso en democracias con gran tradición.
- Las listas de candidatos cerradas y la disciplina de partido desvinculan al elector del elegido e impiden la racionalidad y eficacia en su supuesta función de representación.
- La aparición de opciones políticas alternativas dificulta la formación de gobiernos estables y coherentes porque, con frecuencia intereses muy concretos son contradictorios con el interés común.
- El debilitamiento de instituciones independientes o arbitrales refuerza la posición del poder ejecutivo, que no está en plano de igualdad con el aspirante.
- No se cumple el principio democrático de cada persona un voto: dependiendo de donde se vote, cada voto tiene un valor muy diferente.
- Se empieza a envidiar la mayor eficacia de las autocracias frente a las democracias en gestión política, económica, sanitaria, de seguridad, etc.
- El horizonte de la planificación no alcanza más allá del plazo de una legislatura, lo que limita la eficacia de la acción pública e imposibilita una gestión económica a medio y largo plazo en momentos en que la globalización exige una política más coordinada.
- La pública es la única función seria para la que no se requiere preparación ni se exigen responsabilidades por su ejercicio ni se penalizan sus incongruencias. Pedro Moraleda
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, escribe aquí tu comentario. Muchas gracias por participar