17 enero 2022

Sobre LA MEMORIA HISTÓRICA

 

PM. (17/01/2022)

Me parece interesante comentar otro párrafo de la entrevista a Manuel Valls en El Español, citada también en otra entrada,

"Utilizar el pasado para dividir es lo que hace Zemmour, es lo que hace parte de la derecha y de la izquierda en Francia, lo que hace parte de la derecha y la izquierda en España… utilizar la historia para dividir. Es un error. Los historiadores tienen que hacer un gran trabajo.

A propósito de esta referencia a la menoría histórica parece oportuno recordar un párrafo del Edicto de Nantes de 1598 (ley del olvido):

“…la memoria de todas las cosas pasadas entre una parte y la otra, desde 1585 hasta nuestra llegada al trono y durante los demás desórdenes anteriores y hasta la coronación quedará apagada y adormecida, como si fueran sucesos no ocurridos. Y no les estará permitido a nuestros procuradores generales, ni a ninguna otra persona pública o privada, en ningún tiempo, ni en ninguna ocasión, hacer mención, pleito o enjuiciamiento de esta memoria en ninguna corte u órgano jurisdiccional. Defendamos todos nuestros asuntos, de cualquier clase o calidad que sean, de renovar la memoria, atacarse, sentir resentimiento, injuriar, ni provocar reproches por lo que ya pasó, sin que valga ninguna causa o pretexto para disputar, impugnar, querellar u ofenderse por hecho o por palabra, y, en cambio, contenerse y vivir pacíficamente juntos como hermanos, amigos y conciudadanos, bajo pena para los transgresores que serán castigados como infractores de paz y perturbadores del descanso público.”


Igualmente oportuna es la cita de David Riff (*) sobre lo abrumadora que podría ser la memoria histórica en Irlanda del Norte, en los Balcanes o en Oriente Próximo:

“La memoria histórica colectiva ha conducido más veces a la guerra que a la paz, al rencor y al resentimiento que a la reconciliación, y al deseo de vengarse más que al inicio del difícil perdón. ¿Y si, en vez de anunciar la pérdida del sentido, cierta dosis de perdón colectivo fuera en realidad la condición necesaria a la construcción de una sociedad apacible y razonable, y el recuerdo fuera una empresa políticamente, socialmente y moralmente arriesgada? ¿Y si, por lo menos en algunos lugares y en ciertas ocasiones, el coste humano y social de la exigencia moral del recuerdo fuera demasiado elevado para que mereciera pagarlo?


(*) David Riff (2016), “In Praise of Forgetting. Historical Memories and Its Ironies”, Yale University Press.

JV. Nada que añadir al texto de David Riff. Creo que lo que viene ocurriendo en España en los últimos años confirma plenamente la valoración de la memoria histórica que, lamentablemente, se revela como un eufemismo del rencor y el resentimiento. Un modo eficaz de crear antagonismos.

A este respecto recuerdo una afirmación del escritor José Ángel González Sainz en una interesante entrevista en el El País Semanal (4/12/2021)

“Uno de nuestros grandes problemas como sociedad, y sobre todo en España, es que no estamos construyendo ciudadanos, estamos construyendo antagonistas.”

Descontextualizar los hechos es una burda manera de manipulación, pero muy efectiva para crear crispación y confrontación. Por mucho que puedan hacer los historiadores los fanatismos son, por definición, refractarios a la verdad, especialmente cuando quieren utilizar la historia como arma arrojadiza.

 

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