16 septiembre 2021

Factura de electricidad: ¿culpar a las eléctricas o afrontar que la transición no saldrá gratis?


La factura de la luz ha sido un cajón de sastre que, por la inevitabilidad de su pago, ha permitido introducir todo tipo de impuestos y cargas, muchas de estas de carácter político.

El desglose de la factura eléctrica de la mayoría de los usuarios, que son los consumidores domésticos, muestra que sólo un tercio de ella corresponde al coste de generación pagado a las eléctricas; aproximadamente otro tercio son impuestos y, el tercio restante, son cargas como las tarifas de transporte y distribución y otras de marcado carácter político como las compensaciones a energías renovables, a territorios extra peninsulares, a deuda histórica, etc. 

Cuando la presión mediática obliga al gobierno en curso a controlar el precio de la electricidad, la solución fácil, y parece que “populista”, es culpar a las eléctricas y amenazar con recortarles sus márgenes, medida de dudosa legalidad y muy peligrosa a medio plazo por la amenaza que supone a un sector fundamental para la seguridad del suministro eléctrico y que está atado de manos cuando el precio del gas o el de las emisiones de CO2 le vienen impuestos por el mercado internacional. 

Las oposiciones políticas a veces exigen actuar sobre los otros dos tercios de la factura, fundamentalmente sobre los impuestos, pero, que quien está en el gobierno intente gestionar un poquito mejor el gasto público y ahorrarnos impuestos, ni se plantea.

En cualquier caso, algo raro ocurre cuando el precio de la electricidad está subiendo en semejante proporción en todos los países de nuestro entorno y sólo aquí genera tanto desasosiego. ¿No será que en nuestro país ningún dirigente se haya atrevido a decir la verdad por miedo a perder votos: que la transición energética hay que pagarla?

Hay una necesidad indiscutible, aparte de un compromiso político, de evolucionar hacia un sistema eléctrico libre de emisiones, pero, de momento, sólo con fuentes de generación limpias y renovables no se garantiza la seguridad del suministro eléctrico. Hemos visto que cuando no hay viento, que es la principal fuente de generación eléctrica renovable en España, hay que acudir al gas natural o al carbón, materias primas crecientemente penalizadas. ¿Por qué ningún líder se atreve a proponer prolongar la vida de las centrales nucleares existentes que aseguran más de la quinta parte de nuestra generación eléctrica total, sin emisiones nocivas ni dependencias de condiciones meteorológicas ni de la importación de combustibles? Pedro Moraleda

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